La chica de la capucha roja 5

Soy una masoquista, la verdad. Volví a ir, y era más una obsesión, sabía que no estaba bien, no era simple curiosidad, era la NECESIDAD de saber. Y no sólo por el, la última vez que vine... Mi color favorito, el verde, el único lugar en el que me sentía a salvo y en el que más temí. Ese bosque fue lo más hermoso que jamás vi en la vida, y fue la última cosa que vi antes de que mis padres fueran asesinados ante mis ojos. Nuestras historias son muy parecidas, demasiado para mi gusto. Pero ese cuento para otro día.

Las primeras dos veces que fui, no quiso atender razones, no salió ni se presentó en la sala. En la tercera, ya desesperada fui y amenace con no volver nunca si no iba en ese preciso instante, los guardias le hicieron saber mi amenaza y atendió a mi llamada.

Antes de que pudiera decir cualquier cosa le interrumpí para decirle

-Sólo quiero saber, no molestare más. Tu prometiste decirme, yo prometo escucharte-.

-Bien, aunque ya no espero que lo comprendas, me di cuenta de que no eres suficientemente madura para hacerlo, al final solo eres una chica de 18 años que aun no conoce nada de la vida.

Eso dolió, y no sólo por el hecho del significado de las palabras, sino porque me di cuenta de que su voz sonaba decepcionado y triste. Yo lo decepcioné. ¿Por qué ahora me importaba? Sabia mas de la vida, conocía tantas crueldades... Para toda una vida, no para 18 años

-Pues no se si ya lo mencione, Lizzie, nosotros estábamos juntos. Yo estaba junto a ella más bien. En fin, un buen día desapareció, decidió dejarme sólo y con el único recuerdo de un trozo de papel, de uno de los tantos libros que a ella le gustaba leer, en el se hallaba escrito una dirección, más bien un lugar, el bosque, no estaba muy lejos. Decidí ir, y podrás decir que fue muy estúpido de mi parte, y tal vez lo fue. Pero no importa. El amor nos hace tontos-.

Se mantuvo en silencio

"Pues mira que si importaba. Al menos a mi me importaría si eso me costaba estos años" pensé, sin embargo no dije nada, ya he aprendido que a veces los silencios no están hechos para romperse, si no para mantenerse así.

-Llegue a la dirección indicada, un sendero de piedrecillas daba a una cabaña destartalada, había un auto estacionado en la entrada, en cuanto puse pie en el umbral, me di cuenta de que el ambiente estaba muy frío, aquí no se colaba ni el más tenue rayo de sol. Entré a la cabaña y camine cautelosamente, nada me daba buena espina. Las cosas parecían normales, que era lo más extraño, la fachada indicaba que la casa no estaba en uso, sin embargo las repisas y los modestos muebles estaban limpios, los libros pulcramente acomodados, todo era demasiado ordenado...-.

Guardo silencio, tenía la mirada perdida, estaba recordando y por la expresión que puso, lo que venía era lo peor

-Ba-baje al sótano, si, la cabaña tenía un sótano, sabrá Dios quien y por que lo hizo, allí las cosas estaban en completo desastre, latas tiradas, libros esparcidos, botes de pintura roja mezclados con sangre estaban volcados, había palabras escritas con esa pintura-. Eso fue tétrico, pero lo dijo sin ninguna expresión en el rostro

-En el fondo, había un ropero, tan alto como cabía, me acerque y lo abrí, dentro había una chica estaba abrazando sus rodillas, muerta de miedo, sollozando, se me paró el corazón, Lizzie, te juro que me congele de miedo en ese momento, esperaba, deseaba con todas mis fuerzas que no fuera Scarlett-.

-¿Y era ella?

Sonrió sin humor, ya extrañaba esa sonrisa...

-Claro que era ella, tengo tan mala suerte que si era ella, joder, si era. Y cuando me miro me di cuenta, pero no quise decir nada, tuve esperanza pero en el fondo sabía que eran falsas. Sus ojos estaban muertos y yo sabía que ni yo ni nadie podría hacer nada para ayudarla. Ella repetía "mi libro, tráelo, un mensaje, me dejo un mensaje, está en el auto... En el auto" sonaba extraño, pero ella nunca fue normal, ella era especial, quería un libro, y sus libros eran vida para ella-.

Me di cuenta de que ahora estaba hablando sólo con susurros

-Le prometí que estaría bien, que me acompañara, pero ella se negó, dijo que no podía, me fije en sus piernas, sangraba. Lo odie pero me fui arriba sin ella, buscaría algo para curarla le llevaría su libro y buscaría un teléfono, esto no se quedaría así. En cuanto subí y salí hacia el auto, escuche el peor sonido que pude oír nunca. Un grito.

-Un grito de dolor, un grito que me indicaba que ella estaba muerta.